El lunes 7 de abril de 2025 pasará a la historia como uno de los días más oscuros para la economía global, bautizado rápidamente como el “Lunes Negro” por la magnitud de las pérdidas en los principales mercados financieros. Desde Asia hasta América, los índices bursátiles cayeron como fichas de dominó, arrastrados por una tormenta de incertidumbre económica y decisiones políticas controvertidas.
El epicentro de esta crisis fue el anuncio del presidente de Estados Unidos Donald Trump sobre la imposición de aranceles generalizados del 10% a todas las importaciones. Las tasas arancelarias ascendieron aún más para regiones específicas, con un 20% dirigido a productos de la Unión Europea y un drástico 34% a importaciones provenientes de China. Según declaraciones de Trump, estas medidas eran necesarias para proteger la economía estadounidense del “saqueo comercial” de otras naciones.
El 6 de abril, un periodista le preguntó a Trump si al firmar esa orden ejecutiva buscaba provocar la caída de los mercados internacionales. «Creo que tu pregunta es estúpida. No estoy buscando que nada se derrumbe, pero a veces tienes que tomar medicina para curar algo. Nosotros tenemos una situación terrible; hemos sido muy maltratado por otros países», respondió Trump.
La respuesta fue rápida y contundente. China reaccionó imponiendo aranceles recíprocos y limitando la exportación de minerales raros, cruciales para la industria tecnológica. Los mercados, ya tensionados por el aumento de la inflación y los temores de recesión, no pudieron soportar la presión adicional.
Los efectos en los mercados financieros fueron devastadores. En Asia, el índice Hang Seng de Hong Kong cayó un 13%, marcando su peor jornada desde la crisis financiera de 1997. El Nikkei 225 de Japón retrocedió casi un 8%, mientras que los principales índices de Shanghái y Taiwán también sufrieron pérdidas significativas.
Europa no fue la excepción. El DAX alemán perdió un 6%, mientras que el FTSE británico y el CAC francés cayeron en un rango de 5% a 6%. En Estados Unidos, los mercados aún no habían abierto durante el colapso en Asia y Europa, pero los futuros apuntaban a una jornada igualmente crítica.
Este episodio subraya la vulnerabilidad de los mercados globales ante las tensiones geopolíticas y las políticas proteccionistas. En un mundo interconectado, las decisiones unilaterales pueden desatar efectos en cadena que trascienden fronteras, afectando no solo a los inversores sino también a ciudadanos comunes.
Economistas de renombre han advertido que el “Lunes Negro” podría ser solo el comienzo de una recesión global si no se toman medidas coordinadas para estabilizar la economía. En el corto plazo, los bancos centrales podrían enfrentarse al dilema de equilibrar la inflación con la necesidad de proporcionar estímulos económicos.
Este “Lunes Negro” nos recuerda la fragilidad del sistema, pero también su capacidad de recuperación si se toman decisiones acertadas.