Día Internacional de la Visibilidad Bisexual: In(BI)sibles en la sociedad y en las leyes

A pesar de los avances legales en algunos países, las personas bisexuales siguen siendo invisibles en las estadísticas, en las políticas y en la aceptación social de la región. El estigma y la falta de datos oficiales perpetúan la discriminación, demostrando que el principal desafío de esta población es, en esencia, poder ser vistas y reconocidas.

Concha Armas, activista, escritora y trans nicaragüense

Concha aborda la bifobia como una violencia estructural que se manifiesta en los espacios de socialización y que se normaliza, al igual que otras formas de discriminación. Para ella, es fundamental entender que la bifobia no es solo odio, sino una fuerza que impide a las personas bisexuales acceder a espacios de vida dignos y relaciones saludables.

«La bifobia es esa violencia que viven las personas bisexuales en sus diferentes espacios de socialización. Esta es parte de un sistema estructural que existe en la sociedad, que oprime ciertos cuerpos por no encajar en todos esos parámetros y todos esos estándares binarios sexuales de género, de raza, de capacidad de producción, etc.»

«Las políticas públicas carecen de conciencia social. No existe ninguna política que garantice los derechos de las personas bisexuales». Para ella, la solución no es solo punitivista, sino que requiere una «educación colectiva» y un cambio en los «lenguajes de la sociedad, que dejen de ocupar o utilizar la bisexualidad como sinónimos de burla.»



Una marcha que dio fuerza

Camila, de 24 años, recuerda que en San José pudo asistir por primera vez a la Marcha del Orgullo LGBTIQ+ en 2024: “Sentí que no estaba sola, que había otras personas como yo, y por primera vez no tuve miedo de expresarlo”. Sin embargo, en su vida diaria enfrenta constantes cuestionamientos. Explica que cuando una mujer bisexual está en una relación heterosexual, suele escucharse que “ya no es bisexual” o que “solo era una etapa”. Camila responde con determinación:

Fotografía Infomedio: Alexander Reyes / San José, Costa Rica / 2025

“Mi orientación no cambia por con quién esté, pero la gente cree que, si estoy con un hombre, automáticamente dejó de ser bisexual y me convierto en hetero. Eso solo justifica el no reconocer ¿Quién soy?”.

El estigma que enfrenta Camila refleja un fenómeno más amplio: la bifobia social y comunitaria que genera desconfianza y prejuicios, una lucha por la visibilidad que se conmemora cada 23 de septiembre. Este día no es una celebración, sino una conmemoración que surgió en 1999 en Estados Unidos gracias a los activistas Wendy Curry, Michael Page y Gigi Raven Wilbur. Su objetivo es visibilizar la bisexualidad, una orientación sexual que a menudo es invisibilizada o malinterpretada. Aunque no existe un registro oficial de esta conmemoración en Costa Rica o Nicaragua, es un día clave para activistas que, como Camila, continúan la lucha por ser reconocidos.

Costa Rica es uno de los países de la región con mayores avances jurídicos en materia de derechos de la diversidad. En 2008 se aprobó el Decreto N° 34399-S, que establece el 17 de mayo como el Día Nacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Bifobia y Transfobia, una fecha de conmemoración para promover acciones de sensibilización y respeto.

Asimismo, en 2015, el Decreto N.º 38999-MP fue un paso importante para erradicar la discriminación hacia la población LGBTIQ+ en las instituciones del Poder Ejecutivo. Finalmente, en 2020 se legalizó el matrimonio igualitario. A pesar de estas victorias, la aceptación social y la recolección de datos actualizados aún están lejos de ser plenas. El documento del UNFPA-INEC de 2019, aunque orientado a metodologías, evidencia el desafío de obtener cifras concretas sobre la población diversa. En su momento, los datos disponibles se basan en estudios ya desfasados que no reflejaban la realidad de este sector poblacional.

Esta falta de información actualizada persiste y crea un vacío que impide el diseño de políticas públicas efectivas y demuestra que la invisibilidad estadística sigue siendo un problema fundamental.

La Damaso Vargas profundiza en la raíz de la bifobia, describiendola como la imposición de una idea binario del deseo, donde “solo se puede sentir atracción por un tipo de cuerpo”. Ella señala que incluso dentro de la comunidad LGBTIQ+, las personas bisexuales son invisibilizadas, lo que tiene graves consecuencias.

La Damaso Vargas, activista trans y feminista / Fotografía Infomedio: Madeleyni Hernández

«El no nombrar y negar la existencia de la bisexualidad obliga a las personas a vivir en el closet o escondiendo su realidad. Se ha demostrado que las consecuencias emocionales de esta discriminación llevan a depresión severa y esto en casos extremos ha terminado en suicidio de las personas.»

La Damaso también aborda el rol de los medios de comunicación y las instituciones, que tienen una gran importancia en «la réplica de la bifobia o en trabajar por ella». Critica la falta de voluntad del Estado y de las propias organizaciones LGBTIQ+, argumentando que a veces, «terminamos tratando de llenar algunas expectativas del orden patriarcal y no nos damos cuenta de que nos victimizamos entre nosotras mismas».

Fotografía Infomedio: Alexander Reyes / San José, Costa Rica / 2025

Nicaragua: Silencio, riesgo y la represión como barrera

En Nicaragua, la realidad es más cruda. Alberto, de 32 años, asegura que nunca ha podido decir abiertamente que es bisexual:

“Aquí no hay espacio, no se habla de eso. Si lo digo en mi familia, me arriesgo al rechazo. Si lo digo en el trabajo además de recibir rechazo podría hasta perderlo”.

En palabras de Alberto, esto significa que:

“No existimos para la política pública. En mi casa me callo, en el trabajo me arriesgo, y en la calle camino con cuidado. Es como vivir siempre a medias”.

Grace, una mujer bisexual nicaragüense

El testimonio de Grace aporta la perspectiva personal del estigma. Su proceso de autoaceptación fue una lucha contra los mensajes de culpa y vergüenza aprendidos en la familia y la iglesia. Uno de los mitos que más la ha afectado es el de la promiscuidad, una idea que, como señala, no tiene base en la realidad.

«Ha sido un proceso largo porque he tenido que desconstruir muchas cosas relacionadas a mi sexualidad que se me fueron instruidas tanto en mi núcleo familiar, en la escuela o en la iglesia.»

Grace resalta la importancia de la educación y el trabajo interior. «Yo diría que primero está lo de sanar esa parte con la cual uno tiene que reconciliar», afirma. Para ella, el amor y la inclusión van más allá de los estándares sociales: «Deberíamos de ser educados para darnos cuenta de que nos enamoramos de personas, no de aparatos reproductivos.»

Un reto compartido

En Costa Rica, la legislación avanza, pero los estigmas sociales persisten. En Nicaragua, el panorama es de silenciamiento e invisibilidad estadística. En ambos países, la bisexualidad sigue enfrentando mitos, dudas y discriminación. Estudios a nivel global confirman que la bisexualidad es una de las orientaciones más comunes a nivel global, pero también una de las más invisibilizadas y estigmatizadas.

Esa falta de reconocimiento afecta el acceso a salud, educación, empleo y a un derecho fundamental: ser vistos y contados. Cada 23 de septiembre, voces como las de Camila, Alberto, Grace, Concha y La Damaso nos recuerdan que la bisexualidad no es indecisión ni una fase de transición. Es una identidad legítima que merece respeto, visibilidad y políticas que la reconozcan en toda su dignidad.

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